Nació entre dos aguas y vivió entre seis cuerdas. Entre seis
cuerdas de las que emanaban sonidos tan bellos como imposibles, de las que solo
han salido cositas buenas. Seis cuerdas que sonaron ayer a campanas porque su
corazón fue menos fuerte que su pulgar, seis cuerdas que amanecieron rasgueando
la pena negra de las seguiriyas por el temprano y repentino adiós de su dueño,
del “amo del toque” como lo definía Tomatito,
de un tocaor que bebió de su “maestro”, Niño
Ricardo y de Sabicas, a los que
superó con su nueva concepción del toque que todavía ninguno de sus discípulos
ha sido capaz de alcanzar. El flamenco grita de dolor por el aciago adiós del genio
de la sonanta, del revolucionario de la historia de la guitarra flamenca, del
mejor embajador del arte jondo que diseminó las fronteras entre la música culta
y la popular, “del mejor de la historia, un fuera de serie que nace una vez en
la vida” como aseguraba el guitarrista emeritense Miguel Vargas. Ayer nos despertamos con esa gran pesadilla, con un
jondo mazazo. Su guitarra “esa hija de la gran puta que me come el coco” vierte
lágrimas de sangre, la música se queda huérfana porque no solo muere Paco de Lucía, se va el que hasta ayer
era el Dios del flamenco en la tierra, un artista que ha marcado una era en
este arte. Aunque no solo era patrimonio de los flamencos sino universal como
afirma el sabio Manolo Sanlúcar:
“Paco, consigue que su música le encante al que no entiende de esto y al que
entiende, lo enloquezca”.
Se ha ido tan rápido como sus dedos ejecutando trémolos o
arpegios, se marcha en silencio con esa timidez que le caracterizaba y que él
mismo decía que le hizo esconderse tras la guitarra porque su sueño era ser
cantaor. Bendita timidez que nos deja un legado sempiterno, un baúl cargado de
gloriosas falsetas. Las malignas parcas cortan el hilo de un ser tocado por la
varita de los duendes, ese hijo de la portuguesa que ya está con su madre Luzia Gomes y con su padre Antonio Sánchez que lo han recibido a
compás en el firmamento donde ya brilla una estrellita chiquetita pero firme. Ya ha abrazado a Camarón, “su héroe” quien ya
templa con su armónica de garganta el fandango que va a rezar en su epitafio:
“cuando Dios nos da la vida, también nos condena a muerte”. José y Paco. Paco y
José, un dueto glorioso que ha encumbrado al flamenco y lo ha hecho universal. Estos
dos genios han sido “el alma del flamenco” como me comentaba ayer el cantaor Guadiana. ¿Quién no se ha emocionado
con las falsetas de Siroco o con un quejío del de la Isla? El órgano de la
garganta de Camarón resuena tan claro como el agua junto a las seis cuerdas de
oro del flamenco que vibran en el cielo. Y mientras aquí abajo le cantamos por
soleá: “Mira qué corta es la vía / y
qué grande el sufrimiento / ya no toca Paco de Lucía / se apaga la luz del
flamenco”.
Artículo publicado en El Periódico Extremadura: http://www.elperiodicoextremadura.com/noticias/escenarios/vida-seis-cuerdas_789208.html
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