Es
la ópera prima de esta cantaora gitana de pura cepa que aglutina
todas las cualidades para triunfar en el flamenco y sobre todo un
poder de transmisión enorme que pellizca el tuétano (y perdónenme
este tópico flamenco, pero si hay pellizco, hay que decirlo porque
últimamente no es que abunde mucho). Un disco con una soleá que se
extiende como una verdolaga con tallos enroscados en los pilares del
flamenco, unas alegrías en las que rinde un tributo a Almería como
epicentro de su vida y a esos sabios cantes de “El ciego de la
playa”, la peña en la que forjó sus primeros compases. Unas
alegrías que se bañan en la orilla de El Zapillo y saborean esa sal
de la mar almeriense de la que está impregnada el cante de Toñi.
Nos ofrece su mano y su corazón por tangos-rumbas e impone la fuerza
telúrica de su flamenco por Levante, con unas tarantas en las que
se “pelea” con el cante y le gana la partida. Recoge también
unos tangos “fresquitos” (como dicen los “entendíos”) de
tinte romántico con el genial aliño del piano de Fidel Cordero y la
guitarra y buzuki de Riki Rivera.
El
segundo hemiciclo del disco comienza como el primero con un compás
de doce tiempos, pero en este caso por bulerías en las que se
acuerda de algunos maestros del cante como Rosalía de Triana, Tomás
Pavón y Juan Talega. Bulerías de puro compás.
Se
mete en más “jondura” con una seguiriya dedicada a su hermano
Manuel (“El Titi”, canela en rama también), en la que Toñi hace
que las campanas lloren con su cante quejumbroso con el que hasta
las “pieras” sienten sus fatigas. Flamenco sin artificios, cante
sin ambages. El vello como la cabeza de Espinete.
La
seguiriya es el preludio de “Eres el verso”, una preciosa bulería
compuesta por el guitarrista Jesús Fernández, que atesora un
sentido musical de otro planeta. Punza las emociones por malagueñas
y cierra el disco como Antonio Mairena ponía el broche de oro a los
festivales, por martinetes. Ole de verdad.
De los buenos manantiales nacen los buenos ríos:
los Fernández y los "Troníos".
De los buenos manantiales nacen los buenos ríos:
los Fernández y los "Troníos".
Todo
ello con la colaboración de la guitarra más flamenca, esa sonanta
de Diego del Morao, el virtuosismo de Pedro Sierra (productor del
disco), o el temple de Jesús del Rosario y Miguel Salado aderezados
por la creatividad de Riki Rivera y Jesús Fernández y algunas
flamenquísimas letras de “El Pele”, David Palomar o Rosario “La
Tremendita”.
Si
quieren comprobar la buena salud de la que goza el flamenco escuchen
este disco, una auténtica kermés flamenca, una publicación a la
que hay que darle no sólo la mano, sino un abrazo.
Y
es que si se hunde el firmamento y aunque vengan temporales, existirá
el buen flamenco en el eco de Toñi Fernández.
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