lunes, 17 de diciembre de 2012

Un puchero con aliño flamenco

“Qué buena está mucha carne con tomate y papitas aliñás”. Esta letra flamenca que interpreta por bulerías Luis “El Zambo” es una muestra de la simbiosis que existe entre flamenco y gastronomía. Eso de que los flamencos no comen, es un mito de los muchos que imperan en el reino del arte jondo. Recuerdo una anécdota con el maestro Enrique Morente, que tras actuar en el Festival de Almería me concedió una entrevista, cuatro meses antes de su aciago adiós. Le pregunté qué le quedaba por conseguir en ese momento después de una vida dedicada al flamenco y tras haber recibido todo tipo de reconocimientos. Me contestó, con su habitual ingenio: “Ahora mismo, una Cruzcampo bien fresquita y unas gambas de Garrucha”.

Además de estas apetitosas anécdotas, no hay nada más que mirar a los nombres de los cantaores para desmontar esa teoría: Camarón, Salmonete, Cigala, Torta, Chocolate, Tomatito, Potito, Pansequito, Madalena... Precisamente, con este último, con el gran cantaor pacense compartí ayer una tarde flamenco-gastronómica, una garbanzada, en el complejo Alcántara de Badajoz. Una gratísima jornada organizada por la Asociación de Arte Flamenco de Badajoz, comandada por Celestino Vegas al que por cierto agradezco su buen trato. Acudí con mucha hambre de buen flamenco acompañado por Manuel Merino, mi compañero de la SER, y en la que compartimos mesa con un cabal, el señor Martín, que nos contó anécdotas de cuando el “Porra” cantaba pa rabiar por seguiriyas en El Sótano cuando daban en el reloj las tres de la mañana.

            Con los compañeros Laura Zahínos y Lolo Merino
                             y el aficionado cabal, Juan Martín

Entre historia, letras y algún que otro canturreo también hubo tiempo para los sabrosos garbanzos que estaban para acostarse con ellos. Tras ese buen sabor de boca que dejó el puchero, aliñamos la tarde con el cante de las cordobesas Lucía Leiva y Gema Cumplido que con sus alegrías, tientos-tangos y sobre todo, campanilleros del Torre y villancicos flamencos trajeron sabor navideño a la sala.


                     El Viejino derrochó arte sobre las tablas

Después se formó la fiesta en el tablao, con el baile enérgico de Jesús Ortega, con la constatación de una jonda promesa llamada Celia Romero, con una perla bulearera de “El Viejino” que, si me permiten esta antítesis, se acordó del Bambino de Utrera. Alejandro Vega y el Madalena pusieron su arte al servicio de unos jaleos “made in Extremadura”, Paulo demostró su tronío y la Caíta desgarró su garganta cantando con la gran sonanta de Niño Seve al siete por medio, “por ahí cantaba Beethoven”, apostilló con gracia.

Una gran tarde flamenca en la que hasta los garbanzos jalearon al arte que se destiló en el recinto pacense.