lunes, 25 de julio de 2011

La ópera prima de una gran persona

Mi gran amigo Antonio Muñoz ya tiene en la calle su primera novela: 'La coyuntura del odio'. Es una inmensa satisfacción para él y para todos los que lo queremos porque acaba de superar una leucemia con una entereza envidiable, un gran estoicismo y con raudales de optimismo como sus mejores medicinas. Quien desee adquirirlo puede hacerlo a través de mí con sólo mandarme un email. El precio no es superior a lo que cuestan dos cubatas de garrafón en cualquier pub. Espero que lo compren porque se divertirán y premiarán el esfuerzo de una persona que ha puesto toda su alma durante años en una novela que ahora ve la luz. He tenido el honor de hacer el prólogo que les reproduzco a continuación:

Lo conocí en Florencia. Posiblemente no haya un marco mejor para forjar una gran amistad. La gran cúpula de Brunelleschi fue testigo de nuestros paseos en bici por las calles de tan venusta ciudad y escuchó, altiva, nuestros diálogos sobre lo que era el boceto de este libro que ustedes acaban de abrir. En cualquier detalle nimio de la realidad que pasa desapercibido para mentes menos lúcidas, Antonio captaba la grandeza de un instante. Me asombró su capacidad de observación, su interés por cuestionarse el porqué de las cosas, su análisis profundo de cualquier situación alejándose de posturas triviales y pensamientos austeros. Ya en ese momento creía firmemente en este proyecto que ahora ve la luz, bajo el título 'La coyuntura del odio'. “Esto lo voy a meter en mi libro”, repetía Muñoz cada vez que quedaba impactado por una historia, un paisaje conmovedor, un personaje real con tintes ficticios, la mirada de unos ojos negros de una bella damisela e incluso una palabra que sonase en italiano cual si saliera de la boca de un ángel.

                                   Cubierta completa del libro
                                             
La ciudad del Arno es sin duda un lugar idóneo para hablar sobre literatura. Ahí puede que se concibiera el tinte dantesco del inicio de 'La coyuntura' donde el protagonista Samuel desciende al infierno y lo recorre, aun sin la grata compañía de Virgilio y Dante. A los pies de la estatua de Alighieri en la mística Plaza de la Santa Croce, frente a la iglesia homónima donde yacen eternamente genios de la talla de Galileo, Miguel Ángel, Vasari, Ghiberti o Maquiavelo, las palabras se tornan mágicas y llenas de sentido. Allí me contagió su pasión por esta obra que meses más tarde tuve el placer de leer ávidamente y que ahora tienen ustedes en sus manos para gozar de su lectura.

Francisco Umbral dijo que “escribir es la manera más profunda de leer la vida”. Antonio suscribe las palabras del escritor madrileño y cogió pluma y tintero para crear esta 'Coyuntura' que es un reflejo de la esencia e identidad de Muñoz y de sus inquietudes más profundas. En este libro desdeña el machismo, sale en defensa de la naturaleza, critica las injusticias de este 'inmundo' y hasta llega a mofarse de la absurdidad tan cotidianamente humana adquiriendo la obra ciertos matices y tintes kafkianos.

'La coyuntura' es una caja de sorpresas y una fiel constatación del interés por aprender de su autor, de esa inquietud voraz por demostrar que el conocimiento es ilimitado, de un espíritu vivo y que se siente partícipe y protagonista del mundo que le rodea. Una novela que plasma el carácter de Antonio Muñoz: apasionado de la política concebida de forma aristotélica, un auténtico animal social, una mente tan inquieta como abierta, un urcitano tan universal como aferrado a su Plaza Pavía. Un buen amigo que sabe escuchar y guarda conversaciones enteras en el baúl más recóndito de su memoria y las saca a relucir aquí donde reproduce muchos de esos chascarrillos.

Este libro está cosido con un amor más firme que coyuntural por los hilos de sus sentimientos, tejido por la personalidad, las preocupaciones, miedos e impresiones de Antonio Muñoz. Una ópera prima de un escritor novel que ha puesto su alma en cada poro de estas páginas. Disfrútenla. 

sábado, 23 de julio de 2011

Dos nuevos soles brillan en la Costa del Sol

Perdonen si me pongo estupendo (como diría Max Estrella) en este artículo que está escrito con la tinta de mi corazón.

Hay momentos e instantes en la vida que permanecen grabados en el baúl de los gratos recuerdos de nuestra memoria. El miércoles por la tarde hice un hueco en ese cofre de bellas sensaciones. Conocí a dos pequeños que ya son grandes amigos de este humilde escribano: Alessandro y Leonardo, los vástagos de Falete, mi gran amigo desde la infancia y que el tiempo no ha secado las ramas del fuerte árbol de nuestra amistad. Me encantó verlo tras una larga temporada y ahora tengo dos razones más para quererlo.

Llegué a la ciudad malacitana un poco consternado porque mi León no rugía demasiado por las carreteras andaluzas y sufrió una pájara cual Indurain en la Vuelta del 96. Me encontré con otro amigo del núcleo duro del sanedrín, Manuel Chica, cuyo corazón es una clara antítesis de su apellido.

Nos dirigimos hacia Fuengirola y allí nos esperaban los dos soles que iluminan la vida de los Fernández y los Ceotto y encandilan también la mía. Nos recibieron mientras comían peras y manzanas trituradas y sus vivos ojos escudriñaban todo lo que acontecía. ¡Cuánta ternura! No puedo describir todo lo que sentí al ver a los retoños de uno de mis mejores amigos con el que parece que fue ayer cuando compartías pupitre en el colegio e instituto. El tempus fugit, pensé. Y es verdad que vuela, pero soy de la opinión de que hay saborear cada ciclo vital con intensidad. Ya lo dijo Quevedo: “soy un fue, un será y un es cansado”, pero a pesar de este 'inmundo' debemos combatir y mitigar ese cansancio quevediano con alegría y optimismo. Esa tarde fui aún más feliz. Disfruté jugando con ellos embriagado de emociones, cogiéndolos entre mis brazos después de que su madre le dijera: 'Vete con tito Antonio'. Me inundó la felicidad al ver a dos criaturas tan hermosas, al comprobar la ternura con la que sus padres, sus abuelos y su bisabuela los miraban.

                                          ¡Dame un abrazo, Alessandro!

Vieron su primera luz en Conigliano, ciudad italiana donde nació Del Piero. Portan ya esa magia como el de la Juve con el balón. Alessandro y Leonardo. Leonardo y Alessandro. Hasta el verso resulta octosílabo. Poesía pura. Qué bien suena, diantres, se mire por dónde se mire. Pronto estarán hablando la lengua de Dante y la de Cervantes. Arte puro. Ahora, como dice su padre con sorna, “el nombre es más grande que ellos”, pero ya mismo se comerán este mundo con esa vehemencia que irradian y seguirán nutriendo de felicidad a los que nos consideramos de su familia.
                                         Leonardo, un glotón feliz

Son fruto de un amor grande, verdadero e incisivo que se gestó en Londres y ha perdurado a caballo entre Italia y España. Eso sí que es unión europea y no la pantomima de Sarkozy y Merkel. Son el perfecto resultado de dos personas que han unido sus vidas para que broten otros dos soles que alumbran aún más la costa malagueña.

Muchas felicidades de nuevo. Tanti auguri ancora.





viernes, 15 de julio de 2011

El Festival de Almería vuelve a un lugar con solera como la Plaza Vieja

Antonio Alcántara / La Voz de Almería - 14 de julio 

El Festival Flamenco de Almería volverá este año a celebrarse en la Plaza Vieja. La 45º edición de este evento musical tan importante en el panorama nacional retorna a un espacio lleno de solera. Un festival de la talla del almeriense necesita un lugar repleto de embrujo donde los cantaores puedan evocar a los duendes para que se aglutinen en su garganta, en los bordones de los guitarristas o en los desplantes de los bailaores. Después de las obras ejecutadas en la plaza que alberga al Ayuntamiento, el flamenco sonará de nuevo en este venusto espacio el día 22 de agosto y se prolongará durante los días 23 y 24.





Los artistas celebran esta noticia, ya que este festival que no se realiza en la Plaza Vieja desde 2004 cuando abrieron la cita musical dos maestros como Tomatito y Enrique Morente. Los más veteranos recuerdan en lugares privilegiados de su memoria las noches de flamenco entre los cuatro rincones de la plaza. José Sorroche debutó allí en 1969 y se emociona al rememorar los recitales que compartió con Mairena o Tía Anica la Piriñaca. El gran maestro del flamenco y V Llave de Oro del Cante, ‘Fosforito’, asegura a La Voz que “esta plaza es una maravilla en la que he vivido grandes momentos”. La ‘señora del cante’, Carmen Linares, evoca noches de cante junto a Fernanda y Bernarda o la Paquera de Jerez. José Mercé destaca la “solera” de este lugar donde su eco jondo seguirá resonando. Sonia Miranda alude a la noche que cantó con Chano Lobato y la cantaora Toñi Fernández recuerda con ternura cuando empezó a ver sus primeros festivales en la plaza. Un espacio para destilar y deleitarse con el mejor flamenco.  



Programación 

Lunes 22: Estrella Morente. 

Martes 23: José Mercé, Pansequito y Toñi Fernández. 

Miércoles 24: Esperanza Fernández, Manuela Carrasco y Sonia Miranda. 

sábado, 2 de julio de 2011

José Monge Cruz, presente

Hoy se celebra una aciaga efemérides: se cumplen 19 años sin Camarón de la Isla. Aquel 2 de julio todo el mundo del flamenco se templó por seguiriyas repletas de pena negra. Se apagó la voz más conmovedora del flamenco, la Isla se quedó huérfana, las bajañís de Paco y Tomate destilaban lágrimas en lugar de falsetas por el adiós de un genio del flamenco que sabía frotar en cada estilo la lámpara de los duendes. Las gitanas morenas no se sentaron en el Albayzín ni fabricaron canastas a la sombra verde y clara de la torre de la vela, las camisas se abrocharon porque una leyenda del tiempo paró su reloj vital.


Si computo todas las horas que he escuchado a Camarón podrían resultar semanas e incluso meses. En cada minuto e incluso en cada segundo de su cante he captado de la grandeza de un instante y he escudriñado los detalles plagados de dificultad que sólo este 'fuera de serie' podía conseguir. Esa voz labrada en la fragua de su padre Luis, esos quejíos que brotaban desde los tuétanos del alma que tanto me han emocionado y siguen cautivándome. Siempre comento que me moriré con la pena de no haberlo escuchado cantar en directo. Le he preguntado a mis padres muchas veces cómo eran sus recitales. Mi madre recuerda cómo, sin ser gran aficionada al cante, se emocionó al escuchar a un Camarón jovencísimo que actuó en mi pueblo de la mano de Valderrama. Al último concierto que fue mi padre, en el festival de Pegalajar a finales de los 80 me podría haber llevado, pero tampoco me hubiera enterado de mucho porque este humilde escribano contaba con poco más de cinco años.

Hace unos meses hablaba con mi buen amigo Alejandro Reyes del último concierto que ofreció en el colegio 'San Juan Evangelista' poco antes de su sempiterno adiós. El fundador de 'El Johnny' me comentaba que cantó pa rabiar esa noche. Reyes me regaló gentilmente el disco que han editado de este último recital y lo he escuchado ya más de doscientas veces. Soleá por bulerías, tarantos, bulerías, tangos y fandangos que viajan conmigo en el coche por las carreteras andaluzas. No me mentía Alejandro, esa noche el de la 'Isla' echó sangre por la boca. Quizás él sabía que era su despedida de los tablaos, incluso en las letras que eligió: 'Pa que quiero los dineros, si no me sirvan pa ná, salud es lo que yo quiero y no la pueo comprar'; 'qué alegría tiene tol mundo, qué penita tengo yo'. En el texto del libreto del disco, el gran flamencólogo José Manuel Gamboa asegura que "llegó muy tarde, pero llegó. Venía de Nimes y en su rostro se reflejaba un cansancio infinito. No podía faltar, él mismo nos dijo:'Esta afición tan joven y tan buena se merece que esté yo aquí'. ¡Cómo cantó! En cuanto tomó asiento en el escenario sus fatigas volaron. Lo dio todo, arriesgando en cada nota y saliendo triunfante. Lo que parecía imposible sucedió. Subió su propio listón.. fue el último delirio compartido. La postrera aparición público del genio de la Isla".

Se fue en 1992, hace ya casi dos décadas. Pero el gitano más universal sigue vivo en la memoria y en los corazones de los que amamos el flamenco. José Monge Cruz, presente.