jueves, 26 de mayo de 2011

En mi hambre mando yo

Huelga decir que el flamenco es un arte con una riqueza musical increíble y un sentimiento que emana de los rincones más recónditos del alma. Pero hoy no voy a hacer una oda a esta música que alegra mi vida, sino ofrecer una pincelada de un cantaor con una biografía conmovedora y que podría ser una metáfora de la actualidad social. En los tiempos que corren me acaba de venir a la cabeza la vida de un cantaor salvaje, un guardián de la pureza flamenca y alejado de los clichés que establece la sociedad. El malagueño Antonio Álvarez ('El Álvarez' o 'El Canijo'), un lamento hecho fandango, escribe el guión de la película de su vida con puño firme, sin cortes ni artificios. Camarón lo admiraba y lo buscaba para escuchar sus desgarradores fandangos. Con sus cualidades innatas y su sentir flamenco, podría haber desfilado por los escenarios de medio mundo, pero él cambió los tablaos por la escoba para limpiar las calles y muchas injusticias y reservó su cante para regalarlo en grandes dosis a los suyos cuando le apetecía. Esas rarezas que sólo los genios (a veces incomprendidos) pueden permitirse.

Cada artista encierra miles de vivencias o anécdotas salpicadas de arte, aunque en nuestro protagonista la mayoría rebosan amargura. No quiero extenderme mucho y voy a contar solo dos historias de este cantaor que siempre se salió del tiesto pero nunca de compás. En 1994 lo avisaron para cantar en el Festival de Alhaurín de la Torre para homenajear a su amigo y admirado Camarón. Andaban muy tiesos de presupuesto y 'El Álvarez' fue sin cobrar un duro, sólo para honrar la memoria del de la 'Isla'. El cartel de esa noche lo completaban 'El Lebrijano', 'Fosforito', 'El Cabrero', Calixto Sánchez, Juanito Villar, Rafael Rocha y Juan Delgado. Casi ná. Era una de las pocas veces que este cantaor 'bizarre' accedió a actuar en un festival . Causó revuelo en el pueblo malagueño y al año siguiente lo quisieron llevar de nuevo. Le ofrecieron una buena 'morterá de jurdeles', pero él se negó.El año anterior no había cantado por dinero, sino por y para José Monge Cruz. Genio y figura. 

Pero hay otra anécdota aún más vehemente. En una fiesta en la que se había hinchado de cantar, al llegar la hora de repartir el parné, 'El Alvarez' la única rubia que vio fue la Cruzcampo. Indignado, preguntó qué pasaba con el injusto reparto y al final se dignaron a 'aflojar guita'. Lejos de contentarse con haber cobrado dos mil duros de la época, sacó un mechero y los quemó ante el asombro de todos. "En mi casa estábamos tos esmayaos, pero yo los quemé porque en mi hambre mando yo, que ya es una pena mu grande tener hambre y mucho más que quieran mandar también en mi hambre", espetó este 'canijo' tan grande. El temperamento y la valentía de este real romántico tendrían que ser un paradigma para la sociedad en la que vivimos. Somos dignos de estar indignados como 'El Álvarez' cuando quisieron jugar con su dinero y, sobre todo, con su honor. Espero que toda esta indignación colectiva, este quejío de una buena parte de la sociedad (digan lo que digan los 'gatos mojaos') continúe para que no sigan eligiendo por nosotros el menú de cada día, dándonos 'cucharás' como a mascotas domesticadas o, aún peor, que quieran mandar en nuestra hambre.

Os dejo una perla de este cantaor que podría haber barrido a muchos, pero prefirió las calles malacitanas. Sublime por fandangos:
 http://www.youtube.com/watch?v=-X4BV1GdC5I

domingo, 8 de mayo de 2011

Flamenco

Un arte que emana a borbotones del alma, el cénit de la alegría, un corazón que late a compás, jondo quebranto, reflejo y sentir de un pueblo, una falseta labrada sobre los bordones, una pena negra, sentimiento íntimo, patrimonio autóctono y universal, clavo y canela, un campesino errante, esa voz fundida en una fragua, el clímax de la guasa, el sonido de un cajón por bulerías, almíbar amargo, quejío sonoro de los versos del poeta, una guitarra en una silla, honda angustia, desplante conmovedor, una filosofía popular y natural, ese duende nómada y cautivador, el llanto de un pueblo expresado por una garganta, campanas que repican el eco de una seguiriya, pura expresión, bebida agria destilada por el corazón, un olé improvisado, destello de arte, fusión de culturas, esa soleá en un colmao, poso de conocimiento, noche de juerga con borrachera de arte, un pellizco en el alma. Flamenco.